Tómese unos minutos mi estimado lector. Recuerde por unos segundos sus actividades en el destacamento Livia Gouverneur de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Recuerde sus tiempos de guerrillero lúdico y campamentos de cafetines universitarios. Recuerde las marchas por la renovación universitaria y evoque el sentimiento que se generó en usted al ver la entrada de Fidel en la Habana, las protestas del Mayo Francés, el levantamiento zapatista, el reciente levantamiento juvenil en Grecia y demás marchas, protestas y manifestaciones que han tenido eco en las pantallas y parlantes de los medios masivos de comunicación.
Tomémonos entonces unos minutos y reflexionemos sobre ese “suceso relevante” que ha copado las pantallas de los medios privados. Evaluemos la repercusión que ese suceso puede tener en los medios internacionales y en los camaradas de otros países que, sin comprender en su completitud el desarrollo de nuestro proceso de cambio, comienzan a leer las imágenes y sonidos.
Descentrémonos de nuestro conocimiento de la historia reciente del país y comencemos a desentrañar la naturaleza de éste suceso. Pensemos que ese “estudiantado” de hoy día se constituye como un nuevo sujeto en la escena política del país. Que su emergencia tiene origen en las manifestaciones contra el cese de la concesión a la fascista Radio Caracas Televisión y pensemos también que por primera vez, en muchos años, el “estudiantado” y las autoridades universitarias bailan un vals en la plaza del rectorado.
Midamos también la eficacia simbólica con que los medios legitiman la “civilidad” y “pacifismo” de los actuales marchantes situando a los principales sujetos políticos de la revolución en la “barbarie” y la “violencia” de las históricas protestas estudiantiles. Pero midamos también como los medios y ese “estudiantado” legitima sus acciones.
Globovisión abre el vórtex. Se establecen similitudes con la generación del 28 y se configura la emergencia de un nuevo líder en el país. Huelgas de hambre y la intención de conversar con la Organización de Estados Americanos. Quien llamara a la rebelión hoy acude a las instancias multilaterales para hacer eco de su “sufrimiento” como “preso político”. El discurso que se usa está cargado de las denuncias y lucha por los Derechos Humanos que otrora hiciera la izquierda latinoamericana. Pero la intención se aleja con creces.
La lucha dista de ser por un mundo nuevo, por el cambio social o por la revolución. Su lucha se centra en la recuperación de un status quo que busca revitalizarse en una juventud cuya memoria es ínfima con respecto a sus intereses de clases. La historia de las luchas se obvia y se da cabida mediática a un conjunto de sucesos que buscan situarse en el imaginario de quienes reciben el mensaje.
Las luchas estudiantiles por el transporte, el comedor y por el cambio radical del proceso de enseñanza-aprendizaje no se reflejan en nada en este nuevo estudiantado. Ya no existen publicaciones alternativas porque no las necesitan. No existe una lucha por el transporte porque no le necesitan. El comedor no existe para ellxs y el proceso de enseñanza-aprendizaje no está mal pues, después de todo, ellos no tienen ningún conocimiento previo que dialogue con los contenidos que el maestro refunfuña.
A simple vista la escena que reivindica inicialmente las luchas estudiantiles no tiene ningún problema. Que las autoridades universitarias privaticen continuamente la universidad y nieguen la entrada de las clases populares a ésta es una cuestión común y necesaria que corre en los nuevos tiempos del mundo. Todo está bien y sin embargo, lo único que les molesta es que esa clase que explotaron y oprimieron por siempre tenga voz y tenga rostro.